miércoles, 16 de enero de 2008

Caupolicán, Lautaro y Galvarino
Héroes de ocasión


Utilizados por los próceres de la Independencia como emblemas de lucha, Lautaro, Caupolicán, Galvarino y otros de nuestros héroes mapuche, pronto fueron olvidados por el poder central que negó la cultura y la cosmovisión indígena.

Fuentes:
www.scielo.cl
www.ejercito.cl

Por Rosario Mena

Se dice que Caupolicán fue elegido toqui luego de un torneo de resistencia física, en el cual habría caminado tres días y tres noches con un tronco a cuestas.

Mientras que en la página web www.aconcagua.cl un columnista propone que a "Lautaro, Galvarino, Caupolicán y muchos caciques, quizás se les podría rendir tributo en un billete o en monedas de mil pesos", la figura de nuestros héroes indígenas ha quedado relegada a los mitos de los relatos épicos, despojada del culto de una sociedad que sistemáticamente aplastó y aniquiló las culturas originarias negando su matriz mestiza. "El heroico araucano pasó a ser el bárbaro y sanguinario indio del sur. Este estereotipo permitió que la sociedad chilena tuviera su conciencia tranquila respecto a la guerra de la frontera y viera ahora como héroes a los soldados que mataban a los antiguos héroes", señala José Bengoa. Así, utilizados por los próceres de la Independencia como emblemas de lucha, nuestros héroes mapuche pronto fueron olvidados por el poder central que negó su cultura y su cosmovisión.

Realidad que responde a un panorama en el que Chile se representa como un territorio de la raza blanca, libre de mestizajes, tal como lo refleja un informe del Estado chileno redactado por el Gobierno en 1915: "Los indígenas chilenos eran pues escasos, salvo en la región sur del valle longitudinal esto es, lo que después se llamó Araucanía. Por otra, las condiciones del clima muy favorables al desarrollo y la prosperidad de la raza blanca, hicieron innecesaria la importación de negros durante el período colonial... A estas circunstancias debe Chile su admirable homogeneidad bajo el aspecto de la raza. La blanca o caucásica predomina casi en absoluto, y sólo el antropólogo de profesión puede discernir los vestigios de la sangre aborigen, en las más bajas capas del pueblo".


Todo conspira para hacer de "La Araucana" de Alonso de Ercilla, un invitado de piedra. Rescatado por quienes, como Neruda, vieron algo más en este poema fundacional de la raza chilena: "Compañero Alonso de Ercilla: La Araucana no sólo es un poema: es un camino", dice el Premio Nobel. Y en su poema "Educación de un cacique" escribe este homenaje:


"Lautaro era una flecha acerada
Elástico y azul fue nuestro padre.
Fue su primera edad sólo silencio".

Sobre Lautaro y Caupolícan habla el poeta Elicura Chihuailaf: "Ha cambiado la historia para nosotros, claro. Los "libros oficiales" dicen que son otros los que la hicieron y la siguen haciendo por nuestros pueblos. Los héroes de esta historia, en un mundo "civilizado" en el que ya no debiera haberlos, son los invasores. Mas Caupolicán empalado, enfrentándolos, representa el suplicio de nuestro pasado que entra ardiendo en nuestros corazones. Lautaro es el futuro que vislumbramos, detrás de la cortina del misterio y del compromiso, y que saldrá como la luz de nuestros ojos".

La estrategia de Lautaro

Lautaro, cuyo verdadero nombre es Luan - taro, nace hacia 1535 en las Sierras de Carampangue. Figura admirada por su genialidad y destreza, es creador de un complejo arte militar mapuche, con el que organizó y condujo a su ejército nativo, estableciendo el sistema de guerrillas y las sorpresas tácticas, las fortificaciones de campaña, la invención de nuevas armas y aprovechamiento del terreno. Señala Ercilla que Lautaro era:
"Industrioso, sabio, presto,/ de gran consejo, término y cordura,/ manso de condición y hermoso jesto,/ ni grande ni pequeño de estatura". Su espíritu se refleja en los demás caciques como Galvarino, Caupolicán y Pelantaru, entre otros guerreros mapuche. Fue muerto en 1557 por las tropas de Villagra en Mataquito.

Según Benjamín Vicuña Mackenna, Lautaro era indígena por su infancia, por su sangre y su tradición, y español por su aprendizaje entre los conquistadores. Fue capturado por los españoles y sirvió como caballerizo de Pedro de Valdivia, desde los 16 ó 17 años. El Conquistador, a quien acompañó en sus campañas en el Sur, lo llamó Felipe.

El suplicio de Caupolicán

Nacido en Pilmaiquén, Caupolicán es el más protagónico de los héroes mapuche inmortalizados en La Araucana. Tan pronto asume como Toqui, o jefe militar, logra la rendición de las fuerzas españolas que controlan la plaza de Arauco. Junto a Lautaro, participa en la batalla de Tuca-pel, en la cual fue vencido y apresado Pedro de Valdivia, y ocupa más tarde Purén y Peuco. Es derrotado en el combate de Millarapue, cuando los españoles al mando de García Hurtado de Mendoza obligan a los mapuche a retirarse hacia el interior. Allí, Caupolicán rechaza las ofertas de paz y rendición, continuando en la resistencia.

Tras el frustrado ataque al fuerte de Cañete, los mapuche son perseguidos y el caudillo indígena cae en una emboscada, siendo apresado y luego condenado al suplicio de empalamiento como escarmiento para los mapuches rebeldes. Relata Alonso de Ercilla que mientras el palo iba destrozando sus entrañas, un grupo de indígenas leales a los españoles le lanzaban saetas con sus arcos. Su desgarradora muerte fue un aliciente para la lucha y lo convirtió en el mayor héroe mártir del pueblo mapuche.

Según el autor de La Araucana, Caupolicán era: "Noble mozo de alto hecho,/ varón de autoridad, grave y severo,/ amigo de guardar todo derecho, áspero y riguroso, justiciero;/ de cuerpo grande y relevado pecho,/ hábil, diestro, fortísimo y ligero,/ sabio, astuto, sagaz, determinado,/ y en casos de repente reportado".

La rudeza de Galvarino

Galvarino es conocido como el más rebelde de los guerreros mapuche de la Conquista. Prisionero de los españoles, es castigado cortándole las dos manos, en uno de los espisodios memorables de La Araucana. Desafiante, Galvarino ofreció primero sus manos y luego su cabeza. Sin embargo, tras dejarlo manco, fue dejado en libertad para amedentrar a los demás indígenas. Tras la derrota de Millarapué, en 1557, nuevamente es apresado y condenado a la horca. Fue colgado de un árbol, rechazando la intervención del propio Alonso de Ercilla quien trató de salvarle la vida, alegando su colaboración con los españoles, la que el cacique negó hasta la muerte.


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