sábado, 9 de febrero de 2008

Félix José de Augusta

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El R. P. Fr. Félix José de Augusta (* Augsburgo, Alemania, 26 de diciembre de 1860 - † Valdivia, 16 de noviembre de 1935), nacido como Félix José Kathan, fue un médico cirujano y misionero capuchino de origen judeoalemán, estudioso de las costumbres de los mapuches. Cobró mucha notoriedad sobre todo por sus magníficos trabajos lingüísticos relativos al mapudungun.

Realizó sus estudios de Medicina en la Universidad de Múnich, los que cursó satisfactoriamente, titulándose Doctor en Medicina y Cirugía. Puesto que tenía vocación de servicio al prójimo, entró al convento de los capuchinos de Laufen en 1887, haciendo su primera profesión de votos el 6 de marzo del año siguiente. El 2 de agosto de 1890 fue ordenado sacerdote.

Trabajo apostólico [editar]

En 1896, fray Félix José viajó a Chile junto a los misioneros bávaros Anselmo de Kamin, Tadeo de Wiessent y Sérvulo de Gottmannshofen, arribando a las costas de ese país el 4 de enero de aquel año. Apenas se internó en la Araucanía, se entregó en cuerpo y alma a las labores de evangelización e instrucción de los mapuches en diversas misiones de su orden. Arrendó una choza en medio de un apartado lago de esa zona, y allí se abocó al estudio de la lengua aborigen.

También el padre Félix se destacó en la defensa ardorosa de los derechos de los indígenas, quienes sufrían constantemente las iniquidades que resultaban del desconocimiento del idioma castellano por parte de éstos, lo que se traducía en engaños y reyertas. De esta forma, los naturales le manifestaron un sincero aprecio.

El lingüista [editar]

En el transcurso de los años que pasó educando en la fe a los mapuches, se sirvió de algunos de ellos para iniciarse en el aprendizaje profundo del mapudungun. Tras laboriosos y pacientes estudios, compiló todos sus apuntes y los reunió aplicando métodos novedosos, que se convirtieron en 1903 en la "Gramática Araucana". Esta publicación fue calurosamente recibida en el ambiente intelectual de Chile, al punto que el distinguido y eminente lingüista de la Universidad de Chile Dr. Rodolfo Lenz, alabó la obra por su erudición y por su espíritu altamente didáctico y pedagógico.

Más tarde, en colaboración de su hermano en religión el R. P. Fray Sigisfredo Schneider de Frauenhäusl, dio a conocer en 1910 su trabajo intitulado "Lecturas Araucanas", con el que alcanzó un enorme prestigio. Pero el que le prodigó un enorme éxito dentro de la comunidad científica del país, fue su trabajo más logrado y que lo convirtió en uno de los principales estudiosos de la lengua mapuche: el "Diccionario Araucano-Español, Español-Araucano", cuya primera edición salió a la venta en 1916.

viernes, 8 de febrero de 2008

Historia y situación socioeconómica del pueblo mapuche

Extraido de http://millamap.tripod.com/histomapu3.htm

Gracias a su resistencia tenaz a los Incas (desde 1460), el pueblo mapuche ocupa a la llegada de los españoles, los nuevos invasores, todavía un vasto territorio. Este se extiende entre las actuales ciudades de Talca (Región VII) y Valdivia (Región X), con la mayor densidad de población en las regiones intermedias (Regiones VIII y IX). Al norte de este territorio, en lo que hoy es el centro del país, se encuentran los picunche, o gente del Norte, grupos mapuches sometidos al incanato y en un proceso de cambio cultural muy acelerado. Fuera del territorio mapuche propiamente tal también se ubican los huilliche, o gente del Sur, que son grupos mapuches de la zona entre Valdivia y Llanquihue (Región X); se les relaciona con los habitantes de Chiloé (véase figura 1).

La sociedad mapuche a mediados del siglo dieciséis se encuentra en un estado de desarrollo preagrario: se ha comenzado a sembrar ciertos productos (papa, porotos), y también a criar ganados, pero otras actividades económicas, a saber la recolección, la pesca y la caza, siguen teniendo gran importancia. La abundancia de recursos recolectables en la naturaleza (p.ej. el piñón, el principal alimento mapuche) permite la supervivencia de una gran población, sin que sea necesario desarrollar una agricultura propiamente tal. Se estima para el territorio mapuche de entonces una población cercana al medio millón de habitantes.

Como la agricultura y la ganadería se encuentran sólo en una fase inicial, los mapuches no han llegado a constituir pueblos o comunidades productoras, aunque ciertas áreas densamente pobladas sí poseen una población sedentaria. El centro social y económico de la sociedad mapuche de entonces está en la familia. Se trata de familias amplias, extensas y muy complejas, en las que conviven todos los descendientes masculinos del padre o jefe de familia. Cada familia tiene autonomía territorial y vive separada de las otras, ocupando una sola ruca gigantesca (casa tradicional mapuche) o una agrupación de rucas. Las distintas familias independientes suelen hacer alianzas para colaborar en actividades económicas, para hacer la guerra a otros grupos, etc. Para ellas se elige un toqui como jefe y consejero. Los toqui tienen poder temporal y limitado; todavía no hay dirigentes permanentes. La sociedad mapuche de entonces es igualitaria, socialmente no diferenciada, y también relativamente pacífica por la abundancia de recursos naturales y las condiciones de vida favorables. La guerra con España va a cambiar radicalmente a esta sociedad (Bengoa 1996ª: 13-28).

En búsqueda de oro, en 1550 se interna en el territorio mapuche (o la Araucanía) una expedición española bajo el mando de Pedro de Valdivia. Ha comenzado la Guerra de Arauco, que durará más de tres siglos. A pesar de la resistencia mapuche, Valdivia avanza mucho y logra fundar fuertes y ciudades (Villarrica, Valdivia, Osorno) al sur del río Bío-Bío. En 1554, sin embargo, el invasor es derrotado gracias a Lautaro, un genial e ingenioso guerrero mapuche. Valdivia muere entre las ruinas del fuerte Tucapel.

Siguen a Valdivia otros conquistadores, fundando y refundando ciudades y fuertes; además, abriendo minas y lavaderos de oro, donde mapuches sirven de mano de obra. Entretanto, pestes diezman a la población mapuche, que sin embargo se está fortaleciendo también, apropiándose del caballo, de armas y de técnicas militares españolas. Caupolicán y Pelantaru son los grandes toqui de esos tiempos. Pelantaru es el que sabe cambiar el curso de la guerra en 1598, destruyendo todas las ciudades al sur del Bío-Bío.


lunes, 28 de enero de 2008

Continuación....

Después de ese triunfo militar mapuche continúa la guerra, pero a mediados del siglo diecisiete, por iniciativa de los jesuitas, se hace un primer intento de llegar a las paces con los mapuches. En 1641, España reconoce la frontera en el río Bío-Bío, y la independencia del territorio mapuche. No obstante, sólo en el siglo XVIII es posible hablar de una frontera relativamente respetada (Bengoa 1996ª: 28-36).

En los largos períodos de paz que siguen, hay muchos contactos y un comercio activo entre los mapuches y españoles, por lo que se va transformando profundamente la sociedad mapuche. La economía prehispánica, basada principalmente en la recolección, la caza y la pesca, se cambia en poco tiempo en una economía ganadera, con una fuerte orientación hacia el mercado. Animales traídos por los españoles – el caballo, la vaca, la oveja – reemplazan los ganados nativos. La agricultura se está desarrollando también bajo la influencia externa, pero está dirigida al autoconsumo y no es comercial. El territorio ocupado por los mapuches se ha extendido considerablemente durante la guerra, e incluye a las pampas argentinas también. Los pehuenche, habitantes de la cordillera, son mapuchizados y juegan un papel importante, tanto en la expansión territorial como en el comercio transandino después. Productos valorados del lado argentino son la sal y los animales; se los cambia por aguardiente por ejemplo, obtenido de los españoles.

Aparte de cambios en el campo económico, la guerra y el comercio han provocado cambios en la organización social y política. En la sociedad igualitaria de antes, se están produciendo relaciones de subordinación; empieza a perfilarse una separación entre loncos (caciques), que poseen cierto dominio sobre un territorio, y trabajadores. Las múltiples relaciones fronterizas requieren dirigentes estables con la capacidad de negociar y parlamentar, y así ocurre que ciertos lances
adquieren importancia especial, siendo elegidos con frecuencia como representantes de la población mapuche. Estos loncos principales – y después de ellos sus hijos –, encabezan grandes agrupaciones mapuches de distintas familias interrelacionadas, y poseen alianzas matrimoniales con otras; así dominan amplios territorios. Al comenzar el siglo XIX, a 250 años de llegados los españoles, la sociedad mapuche tiene una estructura social compleja y el poder político está concentrado en las manos de unos 15 a 20 caciques importantes (Bengoa 1996ª: 41-68).

Fuera de las alianzas mencionadas, la lucha por el poder en la sociedad mapuche lleva a conflictos y guerras entre los distintos cacicazgos. La división interna se hace clara sobre todo en la época de la Independencia de Chile (1810), cuando las agrupaciones mapuches todas tienen su propia política definida, políticas que resultan conflictivas. Después de haber llegado a una relativa paz con los españoles, los mapuches ven en la constitución de un gobierno central chileno una nueva amenaza de ocupación de su territorio. Con esta perspectiva, ciertas agrupaciones apoyan a los independentistas con el fin de lograr una futura integración en las condiciones más favorables posibles. La mayoría de las agrupaciones, sin embargo, participa en las guerras al lado del bando español, en un intento de mantener el statu quo. La sociedad mapuche del siglo XIX queda dividida claramente y no forma un bloque contra el enemigo como en los tiempos coloniales; esto hace más débil su resistencia.

Después de las guerras de Independencia y la consolidación del Estado, los chilenos centran su atención en la Araucanía, cuando la expansión de la agricultura chilena hace necesaria una ampliación de las tierras de cultivo. En primera instancia hay solamente una colonización espontánea del territorio mapuche, sin intervención estatal, pero la presencia de los colonos particulares lleva a altas tensiones y a diversos alzamientos mapuches, los cuales son motivo directo para que las autoridades se hagan cargo de todo el proceso. En la ley de 1866 el Estado se declara único comprador (léase: propietario) de todas las tierras de la Araucanía. El plan de ocupación consiste en pacificar primeramente el territorio, estableciendo líneas fortificadas y reduciendo a los mapuches a reservaciones, para luego repartir las tierras más fertiles en forma ordenada entre los colonos. Los mapuches, que ven la inminencia de la ocupación militar, se preparan para el enfrentamiento y toman posiciones de nuevo (Bengoa 1996ª: 135-203).

Lo que es llamado la ‘pacificación de la Araucanía’ es en la práctica, al menos en los primeros años (1869-70), una guerra de exterminio que abarca a toda la población mapuche. En un intento de minar la economía ganadera mapuche y de someter al pueblo, el ejército chileno recorre durante esos años el territorio mapuche quemando rucas y sementeras, matando y capturando a mujeres y niños, robando y arreando el ganado. Por la resistencia mapuche la guerra se estabiliza, pero la violencia ha tenido su impacto en la sociedad: muchas familias son expulsadas de sus tierras, se han perdido muchos ganados, hay hambre y se agudizan las rivalidades internas (Bengoa 1996ª: 205-248).

En los años setenta, la ocupación militar de la Araucanía se realiza lentamente y sin mucha violencia. Mientras los chilenos construyen fuertes, fundan pueblos y empiezan con el reparto de las tierras, la población mapuche está recobrando las fuerzas. Se desarrollan nuevamente la ganadería y la agricultura, y también se reanuda el comercio en la región. Al comienzo de la década de los ochenta, sin embargo, el gobierno de Chile decide acelarar el proceso y proceder a una rápida y definitiva conquista de todo el territorio. Han dado motivo a esta decisión la presión que existe por comprar tierras indígenas, la nueva inquietud en el sur a consecuencia de la ausencia militar durante la guerra del Pacífico (1879-81), y la necesidad de fijar fronteras con Argentina.

Lo que viene después es la fase decisiva de la guerra de Arauco. En un último intento desesperado de expulsar a los chilenos de su territorio y de reconquistar su independencia, se unen en 1881 por primera vez prácticamente todas las agrupaciones mapuches en una gran insurrección. Fracasadas las otras estrategias de neutralidad, de negociación y de alianza con los chilenos, les ha quedado sólo la lucha a vida o muerte. Es un combate desigual; la superioridad del ejército chileno – profesional, disciplinado y equipado de armamentos modernos – es evidente desde el principio. Con la refundación por los chilenos de la ciudad de Villarrica, destruida en 1598 por Pelantaru y desde entonces símbolo de la resistencia mapuche, se abre en 1883 una nueva etapa de la historia de este pueblo (Bengoa 1996ª: 249-325).


Los mapuches en el siglo XX

La derrota de 1881 pone fin a la autonomía del pueblo mapuche y marca el comienzo de su inserción en la sociedad chilena. En 1884 está puesto en marcha el proceso de radicación ya planificado en 1866, que significa la realización de reservas indígenas, las llamadas reducciones. En las décadas subsiguientes, grupos mapuches son radicados en terrenos de una extensión limitada, de los cuales pasan a ser dueños legales mediante un ‘título de merced’; de 1884 a 1919 son concedidos 3.078 títulos, que corresponden a un número igual de reducciones. El pueblo mapuche pierde los derechos sobre el resto – 90 por ciento – de su antiguo territorio, destinado a la colonización y la expansión del latifundio (Bengoa 1996ª: 336, 356; Cantoni 1978: 230-234).

En las reducciones así fundadas no se mantienen los grupos sociales ni la estructura de poder existentes en los tiempos pre-reduccionales. Las grandes agrupaciones mapuches son subdivididas en un gran número de comunidades reduccionales, lo que tiene como consecuencia que el poder de los caciques principales se ‘descentraliza’, pasando a manos de los caciques locales (jefes de las comunidades), que son los poseedores formales de los títulos de merced y los responsables del reparto de las tierras recibidas entre las familias que forman parte de la reducción (Bengoa 1996ª: 330, 341-345).

Por las medidas de radicación, la sociedad mapuche sufre cambios profundos también en otros aspectos, particularmente el económico. Encerrados en sus reducciones y despojados de los amplios territorios de pastoreo, los mapuches se ven obligados a cambiar su modo de vida y sistema de producción. Los ganaderos de antaño se transforman en campesinos, practicando ahora de manera mucho más intensiva la agricultura. Esto sin suficiente preparación y con falta del conocimiento y de la tecnología necesarios para cultivar las tierras limitadas de manera sostenible. En el período posterior a la radicación, a consecuencia de un proceso de minifundización causado por enajenaciones y usurpaciones de tierras mapuches, y por un rápido crecimiento de la población mapuche, continúa deteriorándose la relación hombre-tierra: el promedio de hectáreas por persona, que era de 6,1 durante el período de radicación, a fines de los setenta fluctúa entre 0,9 y 1,4 (Cantoni 1978: 275). Esta enorme pérdida en cantidad va acompañada de una pérdida en calidad; fuertes presiones sobre la tierra han llevado a la intensificación del uso de los suelos y el deterioro consecuente de su fertilidad y productividad (Bengoa 1996ª: 366, 372-377; Cantoni 1978: 270-277).

Debido a la escasez de tierras aptas para el cultivo o el pastoreo, y de animales de trabajo, implementos, etc., los niveles de producción en las comunidades mapuches son bajos. También en comunidades donde la principal fuente de ingresos no proviene de actividades agropecuarias sino de otras actividades económicas como la recolección o la artesanía, la producción total es sumamente baja. La economía mapuche postreduccional es una economía de subsistencia, en el sentido de que no genera un excedente capaz de producir su desarrollo. Una creciente cantidad de familias se encuentra en un proceso de desahorro y endeudamiento (Cantoni 1978: 262-266).

El deterioro progresivo durante el presente siglo de la situación económica mapuche se expresa no sólo en los bajos niveles de vida, sino también en la proletarización. Mediante la venta de mano de obra, el mapuche hace un intento de aumentar sus ingresos y de mejorar las condiciones de vida. El trabajo asalariado fuera de las comunidades – mayormente en los latifundios – se hace en forma permanente o se alterna con trabajo por cuenta propia (Cantoni 1978: 282-284).

Pese al avance del empobrecimiento del pueblo mapuche, las autoridades chilenas toman pocas medidas directas para detener este proceso; a los mapuches, por ejemplo, nunca se les ha concedido un papel significativo en el desarrollo de la agricultura en el sur. Es un hecho que se deja explicar por la política de integración que busca una rápida asimilación del mapuche a la sociedad chilena, lo que debe realizarse mediante la absorción de la mano de obra mapuche y de sus tierras en el sistema de la gran propiedad latifundista. En la práctica, dice Cantoni, esto significaría la transformación de los mapuches en chilenos y la desaparición de la etnia mapuche como raza y cultura diferenciadas (Bengoa 1996ª: 329-330; Cantoni 1978: 229, 235-236).

Cantoni cree que en realidad la segregación de los mapuches en reducciones fue sólo una solución provisional del ‘problema indígena’. La concesión de los títulos de merced, que les garantizó a los mapuches el mantenimiento legal de al menos una parte de su territorio, fue, según él, una medida táctica con la intención de quebrantar la resistencia del pueblo mapuche a la ocupación de su territorio (1978: 231, 271). La preocupación real del Estado, dice Cantoni, siempre ha sido la extinción de la propiedad específicamente indígena, lo que se concretiza en la meta central de la división de las comunidades (1978: 234). La política de división se la justifica con la regresión económica del mapuche, atribuyendo los problemas a la tenencia colectiva de la tierra; el estímulo necesario para el desarrollo de la economía mapuche sería la propiedad particular, que hace posible la libre circulación comercial de las tierras (Cantoni 1978: 236; Bengoa 1992: 238).

Cantoni hace observar que la división de las comunidades es una solución del problema económico mapuche desde el solo punto de vista de los intereses de los terratenientes, dado que significaría una concentración de las tierras agrícolas principalmente en manos de ellos (1978: 237). Se ha tratado de efectuar la división de las comunidades mapuches por medio de diversas leyes y decretos a partir de 1927, pero el mapuche se resiste firmemente a dividir sus comunidades legalmente constituidas, puesto que son la última protección para sus tierras y su cultura. A pesar de las presiones persistentes para lograr la división, el mapuche logra conservar mayoritariamente sus comunidades indivisas a lo largo de medio siglo (Cantoni 1978: 237-253). Una considerable cantidad de comunidades, sin embargo, fueron divididas compulsivamente durante el gobierno militar: por lo menos 2.000 en el período de 1979 a 1990. El decreto ley de 1979 había establecido que no existían ni tierras indígenas ni propietarios indígenas, porque sólo había chilenos. Por esa igualdad formal, los mapuches se vieron privados de toda forma de protección legal (Bengoa 1992: 242-243).

Después de la dictadura, la situación parece ir cambiando positivamente para los mapuches. En la Nueva Ley Indígena, aprobada en 1993, el Estado dice reconocer no sólo el pueblo mapuche como etnia indígena de Chile, sino también la tierra como “el fundamento principal de su existencia y cultura”. Sobre los deberes del Estado y de la sociedad chilena para con los indígenas dice Título 1, Párrafo 1º de la ley: “Es deber de la sociedad en general y del Estado en particular, a través de sus instituciones respetar, proteger y promover el desarrollo de los indígenas, sus culturas, familias y comunidades, adoptando las medidas adecuadas para tales fines y proteger las tierras indígenas, velar por su adecuada explotación, por su equilibrio ecológico y propender a su ampliación”. Son palabras prometedoras que dan la esperanza de que la solución del ‘problema indígena’ no siga consistiendo en la destrucción o la negación.

Como ya se ha dicho, la incapacidad de la agricultura y de la tierra mapuche para sostener una población creciente, ha tenido como consecuencia el empobrecimiento y la proletarización de parte importante del campesinado mapuche. El deterioro de la situación económica del mapuche, sin embargo, ha tenido otro efecto importante: la migración hacia las ciudades.

Se registra una constante y sistemática migración a partir de la década de los 30, los primeros migrantes siendo los que quedaron sin tierra después de la radicación (Ancán 1994: 8). Junto a la carencia de tierra en las comunidades mapuches – obviamente el factor clave en el proceso migratorio – y las divisiones, han tenido gran impacto los cambios en la economía regional: las modernizaciones y reconversiones – del trigo a la ganadería – en los latifundios, realizadas en las últimas décadas, han significado menos trabajo temporal en la región y una subsiguiente intensificación de la migración mapuche (Haughney y Marimán 1993: 4).

Son particularmente las generaciones jóvenes las que se dirigen a las ciudades, en la esperanza de que la nueva situación les ofrezca mejores oportunidades de desarrollo. Pero por el bajo nivel de escolaridad, el alto grado de analfabetismo y además una discriminación racial continua, la gran mayoría de los migrantes, según Cantoni, se incorporan a los estratos más bajos del proletariado urbano, es decir, a los de menores ingresos, de niveles de vida más bajos y de menor estabilidad en el empleo. Las mujeres casi siempre trabajan como empleadas domésticas; los hombres trabajan como panadero, jardinero, obrero industrial, etc. (Cantoni 1978: 258-259; Montecino 1990: 30; Ancán 1994: 9).

Durante mucho tiempo, la migración mapuche ha sido estable, en el sentido de que los migrantes mapuches se establecían permanentemente en la ciudad – muchas veces en comunas o barrios mapuches – y decidían formar una familia en este nuevo contexto. Pero investigadores del proceso migratorio mapuche han observado que la migración se caracteriza cada vez más por la temporalidad (Montecino 1990; Bengoa 1996b). Indudablemente, la infraestructura moderna, por facilitar el ir y venir, ha contribuido mucho a esta tendencia. En lo que respecta a la migración femenina, la decisión de muchas mujeres mapuches de trabajar temporalmente en la ciudad se deja explicar, según Montecino, por la subvaloración del trabajo doméstico "puertas adentro" y una creciente conciencia crítica en la mujer. Montecino cree que, en general, la migración del campo a la ciudad se ha detenido en los últimos años, debido a una caída del empleo urbano (1990: 32-33). Bengoa no hace mención de esto en su artículo de fecha reciente, pero sí señala que un número creciente de hombres mapuches encuentran trabajo temporal en las modernas faenas forestales de la región, un hecho que tendrá una influencia moderadora en la migración masculina (1996b: 19-20).

No obstante, el movimiento migratorio ha tenido como resultado que actualmente la mayor parte de la población mapuche reside en las ciudades. El Censo Nacional de 1992 muestra que el 44% de los mapuches de 14 años y más vive en la Región Metropolitana (Santiago y sus alrededores); si se incluye otras áreas urbanas como Concepción, Temuco, Valparaíso, Valdivia y Osorno, el porcentaje de los mapuches residentes en la ciudad alcanza el 58,75% (Haughney y Marimán 1993: 14).

A base de los datos censales de 1992, Haughney y Marimán estiman la población mapuche total en 1,28 millón (1993: 13) – la población de Chile es de ca.13 millones de habitantes –, lo que significaría una población mapuche urbana de más de 750.000. Estimaciones anteriores, de tanto la población mapuche total como la población mapuche urbana, dan cifras mucho más bajas. Según Haughney y Marimán, la considerable diferencia está causada por una consecuente subestimación de la importancia del sector urbano de los mapuches; anteriormente, o los datos de población mapuche estaban basados casi exclusivamente en estudios o estimaciones sobre la población en reducciones o comunidades. Esto, creen los investigadores, debido a una visión estática de la etnia mapuche, que “suele encasillar al pueblo subordinado en un momento histórico del pasado: la época de la derrota” y que, por consecuencia, niega procesos de desarrollo y de adaptación (1993: 7-10). La realidad es que el éxodo rural ya se inició hace décadas, y que por la dispersión geográfica los mapuches en la actualidad son una minoría en su propio territorio (1993: 3, 14).

Se puede, sin embargo, cuestionar también el método de trabajo utilizado en el censo que se efectuó en 1992. La cuantificación de la población mapuche se basó por completo en una pregunta de autoidentificación étnica, un hecho que hace reflexionar sobre la objetividad del estudio y el significado de los resultados (Haughney y Marimán 1993: 10-13; Valdés 1996: 43-44). Es probable que la variabilidad de las estimaciones sobre la población mapuche se deje explicar parcialmente – por supuesto aparte de cambios demográficos – por los criterios empleados para constatar la pertenencia de una persona a la etnia mapuche, dado que éstos determinan en gran medida los resultados de tal estudio.

miércoles, 16 de enero de 2008

Alonso De Ercilla

“La Araucana” canto 45.

“Chile es fértil provincia señalada,
de la Región Antártica famosa
por fuerte, principal y poderosa.
La gente que produce es tan granada,
tan soberbia, gallarda y belicosa,
que no ha sido por rey jamás regida
ni a extranjero dominio sometida...”


Citas celebres de Ercilla:
  • "El miedo es natural en el prudente, y el saberlo vencer es ser valiente."
  • "La mucha alegría es presagio de tristeza."
  • "No hay cosa más difícil, bien mirado, que conocer a un necio si es callado."
  • "Que siempre por señales o razones se suelen descubrir las intenciones."
  • "El excesivo rigor en el castigo justifica la causa del enemigo."

Biografia
Alonso de Ercilla y Zúñiga (Madrid, 7 de agosto 1533- 29 de noviembre 1594). Poeta español autor de La Araucana.
En 1556 llega al Perú y acompaña a García Hurtado de Mendoza, el recién nombrado Gobernador y Capitán General de Chile, donde se habían sublevado los araucanos. Estuvo en Chile diecisiete meses, entre 1557-1559. Participó en las batallas de Lagunillas, Quiapo y Millarapue, siendo testigo de la muerte de Caupolicán, protagonista de su poema: La Araucana, poema épico de exaltación militar en 37 cantos, donde narra los hechos más significativos de la guerra de Arauco contra los araucanos (mapuches) y que empezó a escribir en campaña. En marzo de 1558 don García fundó la ciudad de Osorno y cuando se realizaba una fiesta en la nueva ciudad en la que participaban todos sus vecinos salió ese día don García por una puerta falsa de su casa cubriendo el rostro con un casco de visera cerrado acompañado de Alonso de Ercilla y Pedro Olmos de Aguilera, cuando de improviso se incorporó Juan de Pineda, quien estaba enemistado con Alonso de Ercilla por rencillas anteriores y en un momento dado ambos sacaron espadas produciéndose un confuso incidente. Don García se percató de la situación y arremetió con el más exaltado que era Alonso de Ercilla y lo derribó con un golpe de maza. Malherido Alonso de Ercilla corrió a una iglesia y buscó asilo. El gobernador mandó a encarcelarlos y degollar a ambos contendientes al día siguiente. La vecindad y muchas personas influyentes considerando injusta la condena trataron de persuadir a don Garcia Hurtado y Mendoza pero los preparativos para la ejecución prosiguieron y la esperanza de salvarlos estaba perdida. Entonces dos mujeres, una española y otra india se acercaron a la casa de don García y se introdujeron por la ventana y por medio de súplicas lograron conmover el duro corazón del gobernador quien perdonó la vida a los sentenciados. Alonso de Ercilla siguió preso tres meses más y luego fue desterrado al Perú. Escribiría don Alonso en su épico poema La Araucana respecto de este serio incidente:

Ni digo cómo al fin por accidente
del mozo capitán acelerado
fui sacado injustamente
a la plaza a ser públicamente degollado;
ni la larga prisión impertinente
do estuve tan sin culpa molestado
ni mil otras miserias de otra suerte,
de comportar más grave que la muerte

Después de residir en el Perú, regresa a España en 1562, donde publicó su gran obra (1569), dedicada a Felipe II. Fue nombrado gentilhombre de la corte y caballero de Santiago en la villa de Uclés, tras lo cual participó en diversas acciones diplomáticas. En 1570 casó con María de Bazán y se instaló en Madrid, donde terminó las partes segunda (1578) y tercera de su poema (1589). Ercilla usa la palabra araucano como gentilicio de la palabra en mapudungun rauko (tierra gredosa). Fallece a los 61 años en 1594. Sus restos reposan en el convento de San José situado en la ciudad de Ocaña en Toledo. El convento se halla habitado por carmelitas descalzas. Sus restos estuvieron varios siglos bajo el altar en una cripta donde se enterraban las propias monjas, pero fueron trasladados a la iglesia anexa al monasterio para que pudiesen ser visitados con más facilidad. Todos los días del año, a las 8 de la mañana, se abre la iglesia.


Caupolicán, Lautaro y Galvarino
Héroes de ocasión


Utilizados por los próceres de la Independencia como emblemas de lucha, Lautaro, Caupolicán, Galvarino y otros de nuestros héroes mapuche, pronto fueron olvidados por el poder central que negó la cultura y la cosmovisión indígena.

Fuentes:
www.scielo.cl
www.ejercito.cl

Por Rosario Mena

Se dice que Caupolicán fue elegido toqui luego de un torneo de resistencia física, en el cual habría caminado tres días y tres noches con un tronco a cuestas.

Mientras que en la página web www.aconcagua.cl un columnista propone que a "Lautaro, Galvarino, Caupolicán y muchos caciques, quizás se les podría rendir tributo en un billete o en monedas de mil pesos", la figura de nuestros héroes indígenas ha quedado relegada a los mitos de los relatos épicos, despojada del culto de una sociedad que sistemáticamente aplastó y aniquiló las culturas originarias negando su matriz mestiza. "El heroico araucano pasó a ser el bárbaro y sanguinario indio del sur. Este estereotipo permitió que la sociedad chilena tuviera su conciencia tranquila respecto a la guerra de la frontera y viera ahora como héroes a los soldados que mataban a los antiguos héroes", señala José Bengoa. Así, utilizados por los próceres de la Independencia como emblemas de lucha, nuestros héroes mapuche pronto fueron olvidados por el poder central que negó su cultura y su cosmovisión.

Realidad que responde a un panorama en el que Chile se representa como un territorio de la raza blanca, libre de mestizajes, tal como lo refleja un informe del Estado chileno redactado por el Gobierno en 1915: "Los indígenas chilenos eran pues escasos, salvo en la región sur del valle longitudinal esto es, lo que después se llamó Araucanía. Por otra, las condiciones del clima muy favorables al desarrollo y la prosperidad de la raza blanca, hicieron innecesaria la importación de negros durante el período colonial... A estas circunstancias debe Chile su admirable homogeneidad bajo el aspecto de la raza. La blanca o caucásica predomina casi en absoluto, y sólo el antropólogo de profesión puede discernir los vestigios de la sangre aborigen, en las más bajas capas del pueblo".


Todo conspira para hacer de "La Araucana" de Alonso de Ercilla, un invitado de piedra. Rescatado por quienes, como Neruda, vieron algo más en este poema fundacional de la raza chilena: "Compañero Alonso de Ercilla: La Araucana no sólo es un poema: es un camino", dice el Premio Nobel. Y en su poema "Educación de un cacique" escribe este homenaje:


"Lautaro era una flecha acerada
Elástico y azul fue nuestro padre.
Fue su primera edad sólo silencio".

Sobre Lautaro y Caupolícan habla el poeta Elicura Chihuailaf: "Ha cambiado la historia para nosotros, claro. Los "libros oficiales" dicen que son otros los que la hicieron y la siguen haciendo por nuestros pueblos. Los héroes de esta historia, en un mundo "civilizado" en el que ya no debiera haberlos, son los invasores. Mas Caupolicán empalado, enfrentándolos, representa el suplicio de nuestro pasado que entra ardiendo en nuestros corazones. Lautaro es el futuro que vislumbramos, detrás de la cortina del misterio y del compromiso, y que saldrá como la luz de nuestros ojos".

La estrategia de Lautaro

Lautaro, cuyo verdadero nombre es Luan - taro, nace hacia 1535 en las Sierras de Carampangue. Figura admirada por su genialidad y destreza, es creador de un complejo arte militar mapuche, con el que organizó y condujo a su ejército nativo, estableciendo el sistema de guerrillas y las sorpresas tácticas, las fortificaciones de campaña, la invención de nuevas armas y aprovechamiento del terreno. Señala Ercilla que Lautaro era:
"Industrioso, sabio, presto,/ de gran consejo, término y cordura,/ manso de condición y hermoso jesto,/ ni grande ni pequeño de estatura". Su espíritu se refleja en los demás caciques como Galvarino, Caupolicán y Pelantaru, entre otros guerreros mapuche. Fue muerto en 1557 por las tropas de Villagra en Mataquito.

Según Benjamín Vicuña Mackenna, Lautaro era indígena por su infancia, por su sangre y su tradición, y español por su aprendizaje entre los conquistadores. Fue capturado por los españoles y sirvió como caballerizo de Pedro de Valdivia, desde los 16 ó 17 años. El Conquistador, a quien acompañó en sus campañas en el Sur, lo llamó Felipe.

El suplicio de Caupolicán

Nacido en Pilmaiquén, Caupolicán es el más protagónico de los héroes mapuche inmortalizados en La Araucana. Tan pronto asume como Toqui, o jefe militar, logra la rendición de las fuerzas españolas que controlan la plaza de Arauco. Junto a Lautaro, participa en la batalla de Tuca-pel, en la cual fue vencido y apresado Pedro de Valdivia, y ocupa más tarde Purén y Peuco. Es derrotado en el combate de Millarapue, cuando los españoles al mando de García Hurtado de Mendoza obligan a los mapuche a retirarse hacia el interior. Allí, Caupolicán rechaza las ofertas de paz y rendición, continuando en la resistencia.

Tras el frustrado ataque al fuerte de Cañete, los mapuche son perseguidos y el caudillo indígena cae en una emboscada, siendo apresado y luego condenado al suplicio de empalamiento como escarmiento para los mapuches rebeldes. Relata Alonso de Ercilla que mientras el palo iba destrozando sus entrañas, un grupo de indígenas leales a los españoles le lanzaban saetas con sus arcos. Su desgarradora muerte fue un aliciente para la lucha y lo convirtió en el mayor héroe mártir del pueblo mapuche.

Según el autor de La Araucana, Caupolicán era: "Noble mozo de alto hecho,/ varón de autoridad, grave y severo,/ amigo de guardar todo derecho, áspero y riguroso, justiciero;/ de cuerpo grande y relevado pecho,/ hábil, diestro, fortísimo y ligero,/ sabio, astuto, sagaz, determinado,/ y en casos de repente reportado".

La rudeza de Galvarino

Galvarino es conocido como el más rebelde de los guerreros mapuche de la Conquista. Prisionero de los españoles, es castigado cortándole las dos manos, en uno de los espisodios memorables de La Araucana. Desafiante, Galvarino ofreció primero sus manos y luego su cabeza. Sin embargo, tras dejarlo manco, fue dejado en libertad para amedentrar a los demás indígenas. Tras la derrota de Millarapué, en 1557, nuevamente es apresado y condenado a la horca. Fue colgado de un árbol, rechazando la intervención del propio Alonso de Ercilla quien trató de salvarle la vida, alegando su colaboración con los españoles, la que el cacique negó hasta la muerte.


Lautaro (1534 –1557)

Luan-taro, en mapuche, nace en las selvas de Carampangue y el Tirúa el año 1534. Se forma al alero del gobernador Pedro de Valdivia quien lo toma a su servicio en 1550, a la edad de 16 años, como mozo de caballerizas, y lo apoda Felipe. Es descrito por Alonso de Ercilla y Zúñiga como: 'Industrioso, sabio, presto,/ de gran consejo, término y cordura,/ manso de condición y hermoso jesto,/ ni grande ni pequeño de estatura.' Acompaña a Valdivia en sus campañas en el sur. A su lado aprovecha la oportunidad para estudiar las debilidades de los españoles. Más tarde convencerá a los mapuches que los conquistadores no son invencibles, que se rinden ante la fatiga y el cansancio, y que su número es tan reducido que carecen de hombres de reserva para reorganizarse en caso de desastre. Es destacado por sus habilidades como estratega.
No se sabe a ciencia cierta en qué momento se une a los indios para combatir en las guerras de la conquista, pero se cree que huyó alrededor de 1553. Como líder de las fuerzas mapuches -armado de una lanza y organizando sus huestes de acuerdo a su particular estrategia militar-, participa en la batalla de Tucapel donde el gobernador Pedro de Valdivia pierde la vida. En esa ocasión su táctica consistió en retener a Gómez de Almagro en el fuerte de Purén, mediante un ardid; impedir a Valdivia la entrada al fuerte de Tucapel levantándole obstáculos; y derrotar a los españoles por cansancio, oponiéndoles escuadrones sucesivos y derribando los caballos a golpes de maza y macana, prescindiendo de lanzas y arcos.
Lautaro vence a Francisco de Villagra en la batalla de Marigüeñu. Ataca Penco el 22 de diciembre. Captura por segunda vez la ciudad de Concepción en 1556. Un año después inicia su marcha hacia el norte, con el propósito de atacar Santiago. Cruza el Maule y llega a Chilipirco donde se encuentra el campamento español. El 1º de abril, mientras los mapuches duermen, las tropas conquistadoras los atacan por sorpresa. Lautaro es muerto de un lanzazo, por las fuerzas de Pedro de Villagra, en la batalla de Peteroa. Sus huestes combaten por más de 5 horas hasta que los españoles logran el triunfo.